viernes, 27 de enero de 2017

El tiempo es una mano que se encarga de encajar las piezas del puzzle.
Quizá, algún día nos topemos caminando por mitad de la ciudad, crucemos miradas y sepamos que es el momento de hablar. De poner sobre la mesa todos los as que dejamos bajo la manga, que no son más que fragmentos de una historia inacabada por nuestra ansia de "ser."
Pero quizá, jamás nos volveremos a ver.
Quizá, jamás volveremos a sonreír uno delante del otro, por causa o efecto.
Quizá jamás sabremos que se siente al ver un recuerdo del pasado reflejado en un espejo que no es nuestro rostro.
O quizá, simplemente, algún día nos volvemos a ver y somos igual de indiferente que el viento para quien no se fija en los detalles.
Quizá algún día nos encontramos mirando el mismo escaparate, comprando en la misma tienda, tomando café en el mismo bar.
Y quizá, eso sólo sea como un escalofrío de los de "alguien habla de mí."
Y, querido amor de antaño, ¿no es triste que después de la tormenta jamás salga el sol?

Con la puerta abierta, nadie se va.

Conseguí amaestrar a mí pasado tras 500 noches apagando velas.

Me arranqué los tallos de las costillas y eran de margaritas.
Vomité mil mariposas mientras gritaba "vuelve."

Lloré mi huida 

mirándome al espejo 

para jamás olvidar cómo se veía nada

de aquello.
Canté canciones que hablaban de ir a buscarte 

y me enfundé sonrisas de escaparate 

para hacer creer al mundo que no me acordaba de ti
o de mí,
contigo.
Y un día, dejé de ahogarme.
Un día me miré en el espejo y acepté que el futuro
era el sendero
que me haría llegar
a mi destino.
Dejé en la mesa de la entrada las llaves de tu recuerdo.
Y empecé a memorizar los lunares de mi cuerpo.
A trazar mapas para jamás volver a perderme.
Dejé de buscarte
y me sequé el agua salada de las alas.
Porque te lo advertí,
no puedes intentar
convertir en sirena
a alguien que le da miedo el mar.
Porque de nada vale querer hacerte el dueño del sueño de alguien que prefiere no dormir.
Porque de nada vale construir nidos para quien no quiere dejar de volar.
Como dice la frase "con la puerta abierta, nadie se va."

Me oprime el pecho todo lo que quería decir y no dije.
Los besos que no di.
Las veces que mentí.
Las sonrisas que fingí.

Los atardeceres como este que quise ver junto a ti.
Lo poco que te viví.
La de noches que escribí
poco más que tu nombre.
La de velas que soplé
sin ser mi cumpleaños.
La de daños que recibí esperando una perdida
que jamás se encontraba.

Hay una canción que dice: "llámame, te quiero escuchar."
Sé que no la conoces,
pero sigo esperando el día,
en el que pase esta seguía
y la puta soledad.
Desde que te fuiste,
o me convencí de que te ibas,
te extraña la poesía.