lunes, 22 de marzo de 2021

Estoy aquí.

A veces me encantaría dar marcha atrás al reloj, rebobinar el tiempo y llenar el vaso de agua. 

Después recuerdo que la última gota me rompió en dos y empecé a pasarme la vida entre aguja hilo y corazón. 

Me sangran las manos de no escribir, tengo la boca seca por qué no sé qué decir. 

Me encerré en una jaula por miedo al olvido y la celda se convirtió en cuerda, costaba respirar: la conseguí cortar. 

Estoy aprendiendo, estoy aprendiendo con mucha calma, paciencia y errores la diferencia entre el vivir y el soportar. Estoy entendiendo que las piernas están hechas para avanzar y que al destino no se puede llegar sin recorrer el camino aunque, a veces, tengamos que parar. 

He escuchar de vuestros dedos la palabra vuelve decenas de veces y os juro que es el deseo que meto debajo de la almohada. Me martillea la canción del sí entre las costillas y estoy aquí. Miento si niego el miedo a las alturas y las expectativas que me rozan los dedos de los pies, me hacen cosquillas y os juro que estoy a punto de dejarme caer. 


Con el miedo al olvido, 

olvidé volar, 

pero de mi boca salen ahora mariposas 

y lo quiero volver a intentar. 


domingo, 21 de marzo de 2021

Penitencia inmerecida.

 Hoy he vuelto a aquella habitación olvidada, de puerta oxidada y llena de polvo.

Mi alergia a la nostalgia llegó creando vendavales de ilusiones rotas. Respiré más fuerte de la cuenta y, como la vela de un cumpleaños, se apagaron los sueños hasta el año que viene. No sé si será la tristeza la que nos hace soñar o es el sentir lejano ese sueño lo que nos hace llorar. Pero, la realidad que siento es que un deseo sin un plan se convierte en un recuerdo y de imposibles ya tengo llenos los bolsillos. Hay días que duelen más que el marchitar de los girasoles, pero la vida continua aunque cese el canto de las golondrinas en la ventana, dando paso al llorar del viento que mece y libera los recuerdos para así pasar de página. Alguien me dijo alguna vez que algo que no duele ya no está y que lo que ya no está, no duele y no pudo estar más equivocado. Recuerda, dejar ir y vivir no significa olvidar. Pero lo cierto y verdad es que, para vivir, también hay que aprender a que hay cosas que deben doler en segundo plano. Hay heridas que nunca sanan y otras que por miedo al olvido, a la culpa o por penitencia inmerecida, no queremos que sanen. Pero tenemos que aprender a poner bálsamo y tirita y a entender que de nada sirve desangrarnos por un pasado que pasó y un futuro que no será de otra manera. Hay días que, versando a Elvira, me atrevo a decir que hay que dejar que la tristeza le gane la carrera a la paz de vez en cuando, pero ganar la carrera no significa obtener la victoria. Hoy el otoño asalta el lado izquierdo y yo abro las rejas para que vuelen las hojas (y los recuerdos). Las habitaciones olvidadas también hay que dejarlas respirar.

miércoles, 27 de marzo de 2019

El amor abre ventanas
para que entre el aire fresco.
Y yo respiro con la inocencia de una niña en un día de lluvia.
Me digo a mí misma que el arcoiris no está tan lejos y me pinto verde primavera para sentirme una flor.
Cierro los ojos y veo el amarillo salvaje que nace entre las grietas de una ciudad que tiene mucha prisa.
Y yo, intentando no dejarme llevar por la marea de gente que casi me pisa los pies, vuelvo a respirar.
Uno.
Dos.
Tres.
Exhalo el aire y vacío mi cuerpo de dudas.
Doy un paso más.
Y aunque vengan vendavales y se me encharquen las botas, tengo bastones para caminar.
Y aunque llegue la ausencia que a veces me aterra y me aprisiona entre barrotes invisibles, sacaré la fuerza de debajo de las piedras. 
No me dejaré cazar por el miedo a sobrevivir a la catástrofe.
Apreciaré la oportunidad de reescribir cualquier amarga historia para añadir:
"El tiempo vivido nunca es perdido. Lo aprendido es lo que no hay que perder."

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Soledad.

La soledad es
un truco de magia que no sorprende a nadie,
un tren que no tiene paradas,
y una sonrisa de compromiso.
La soledad es
un lienzo blanco y olvidado,
los restos del café que nadie bebe
y la bombona que dura un mes.
La soledad es
la gaviota que no roza la ola,
el atardecer en el mar que no recordó a nadie
y la arena dejada en el fondo de un bolso.
La soledad es
la canción de la radio que no es cantada,
la flor tapada por el asfalto,
el amanecer que no despierta ciudades.
La soledad es
el dolor en las costillas,
las mariposas que no son bailarinas,
y las conchas olvidadas por los niños en las orillas.
La soledad es
una sombrilla que nadie persigue,
la arena sin huellas ni mensajes de amor.
La soledad es
el silencio que no se exige,
la cama vacía que no es provocada
y las puertas cerradas por obligación.
La soledad es
la jaula y la llave,
víctima y culpable,
luna y sol.

sábado, 10 de noviembre de 2018

Me duele la boca.

Me duele la boca de estar en silencio.
De mirar mi reflejo en los charcos que ya no salto.
De ser ave de paso por la calle del "lo intento."

Me duele la boca de pensar en alto.
De darle abrazos a la preocupación de mi pecho.
De echarle la llave y guardarla con mimo bajo techo.

Me duele la boca de soñar mientras duermo.
De olvidar que un objetivo sin un plan es sólo un deseo.
De esconder las cenizas debajo del suelo.

Me duele la boca de querer en voz baja.
De callar la emoción por miedo a gastarla.
De sellar la ilusión por temor a la eterna carga.

Me duele la boca de tener los ojos secos.
De latir en superlativo sin atisbo de eco.
De escribir sin quererlo y querer no hacerlo.

Me duele la boca de estar en silencio.
De andar por la cuerda.
De callarme un "me quiero."

jueves, 22 de febrero de 2018

Tres recuerdos.

No recuerdo cómo fue.
No recuerdo por qué lo sé.
No recuerdo cómo te olvidé.
No recuerdo por qué me alejé.
......

Tengo tres recuerdos
debajo de la manga,
no hay remite en el sobre
ni viento de otoño dentro del buzón.

Encima de mi armario,
hay una caja que lleva tu nombre,
llena de arenas movedizas
que me roban el tiempo
que ya no está.

En mi cama unas sábanas sin olor
recuerdan al invierno del colchón,
y tengo sueños que grapan
las grietas de lava
del volcán que hay en mi pecho.

Cantan pájaros suicidas
en una garganta cualquiera
residente de aquella acera
que jamás fue nuestra.

Huyen las mariposas
de las copas de los árboles
porque hay cazadores
destrozando todo el bosque.

Ojos que no ven,
corazón que se muere.

Dedos que no agarran,
que se esconden cruzados
tras la espalda.

Encías dolidas,
extrañando la anestesia
del besar en las trincheras.

Margaritas deshojadas
por un tiempo en el que el amor era azar y no constancia.

Escenarios vacíos,
sin atrezo ni actores,
con guiones quemados
de dramas
y de comedias.

Noticias que volaron
sin palomas mensajeras,
sino por una triste tinta
detrás de un cristal.

Orquídeas marchitas,
clavadas en el cemento,
y polvo,
y ciudad sin silencio.

Sonrisas que aparecen,
al sacar esos recuerdos,
y lágrimas saladas
cuando lo entiendo

domingo, 24 de diciembre de 2017

Nochemala


Me faltan cosas, 
me sobran ganas. 

Me falta una caricia, 
que me recorra la espalda.

Me falta un poema, 
que sirva de nana.

Me falta un beso, 
que de silencio, 
a este montón de ruido, 
que nunca calla. 

Me faltan agallas
para pedir que me llames
y hagas de este infierno
un sitio menos frío. 

Pero tengo miedo.
Miedo de contagiarte de mi miedo. De mi falta de sueño. Del tono gris con el que veo.
Y por eso callo, por eso me pierdo, por eso no duermo.

Me falta tu voz,
en esta nochemala.