miércoles, 27 de marzo de 2019

El amor abre ventanas
para que entre el aire fresco.
Y yo respiro con la inocencia de una niña en un día de lluvia.
Me digo a mí misma que el arcoiris no está tan lejos y me pinto verde primavera para sentirme una flor.
Cierro los ojos y veo el amarillo salvaje que nace entre las grietas de una ciudad que tiene mucha prisa.
Y yo, intentando no dejarme llevar por la marea de gente que casi me pisa los pies, vuelvo a respirar.
Uno.
Dos.
Tres.
Exhalo el aire y vacío mi cuerpo de dudas.
Doy un paso más.
Y aunque vengan vendavales y se me encharquen las botas, tengo bastones para caminar.
Y aunque llegue la ausencia que a veces me aterra y me aprisiona entre barrotes invisibles, sacaré la fuerza de debajo de las piedras. 
No me dejaré cazar por el miedo a sobrevivir a la catástrofe.
Apreciaré la oportunidad de reescribir cualquier amarga historia para añadir:
"El tiempo vivido nunca es perdido. Lo aprendido es lo que no hay que perder."