Dejamos de hablar a versos
para callarnos a besos
porque descubrimos
que, en silencio,
nos iba mejor.
Así terminamos,
confundiendo pasión con amor,
como quien camina sobre el suelo
con los pies sobre el cielo,
aferrándose a la mentira
de que en el infierno
hay demonios buenos.
Porque convertimos en averno
cada colchón que sintió nuestro peso
y ambos sabemos
que de allí siempre salíamos
llenos de arrepentimiento.
Así nos olvidamos,
porque preferimos no recordarnos,
soltarnos las manos
y aplanar el camino de obstáculos.
Lo que te intento decir,
amor del pasado,
es que ya saciamos nuestra sed
y que, como dice el refrán,
"agua que no has de beber,
déjala correr."